Budapest nos mira: la vía andorrana hacia la calidad universitaria

La semana pasada, Budapest acogió el European Quality Assurance Forum (EQAF 2025), el encuentro anual más grande del mundo en garantía de la calidad universitaria, con ediciones que superan habitualmente los 400 participantes y que funcionan como foro de debate, intercambio y desarrollo profesional. No por casualidad, Andorra se presentó allí con una delegación amplia y cohesionada, testimonio de un compromiso real.

Permitidme empezar por lo que dice nuestra presencia como país. La delegación andorrana en Budapest fue, objetivamente, notable: estaban la totalidad de los miembros de la Agència de Qualitat de l’Ensenyament Superior d’Andorra (AQUA) y los responsables de calidad de cuatro universidades del Principado. En las conversaciones de pasillo era imposible no darse cuenta de que, en relación con la dimensión del país y comparada con las delegaciones de entornos próximos, nuestra presencia destacaba tanto por la envergadura del grupo como por su hermanamiento. Pero no fuimos a hacernos una foto de familia; fuimos a contrastar, aprender y explicar nuestro modelo en el marco donde se debaten, de manera exigente, los estándares que sostienen el Espacio Europeo de Educación Superior.

No es vanidad; es una señal. Significa que el sistema andorrano de educación superior se está alineando con las reglas del juego europeas: estándares comunes, procesos comparables, revisión externa y cultura de la evidencia. Cuando un país pequeño se presenta en los principales foros con una voz articulada y con representación completa, envía un mensaje inequívoco de madurez institucional y de voluntad de internacionalización. Este alineamiento —no me gusta llamarlo adaptación, porque es activo y propositivo— tiene derivadas concretas. Fortalece la AQUA como autoridad de referencia y da credibilidad a nuestros títulos en circuitos europeos exigentes. Pero, sobre todo, acelera una transformación cultural: la de tomar decisiones basadas en datos y evidencias, asumiendo que ninguna mejora es definitiva y que todo sistema de calidad es, por definición, un mecanismo de aprendizaje organizativo.

A título personal, asistí al EQAF como Prefecto del Servicio de Garantía de la Calidad de la eUniv. Lo digo en primera persona porque lo que comparto no es una crónica de pasillo, sino la devolución de una responsabilidad. Mi agenda en Budapest tenía dos verbos: contrastar y comprometernos. Contrastar nuestro Sistema de Garantía Interna de la Calidad (SGIQ) con buenas prácticas europeas, y comprometernos a reforzar lo que sabemos que funciona y a corregir aquello que todavía no presta suficientemente bien el servicio que debemos a los estudiantes, al profesorado y a la sociedad.

¿Cuál es, pues, la visión de la eUniv sobre la calidad universitaria? Permitidme sintetizarla. En la eUniv entendemos la calidad como una política que se practica cada día, no como una etiqueta que se cuelga en la puerta. Empieza —siempre— por el estudiante. Definimos resultados de aprendizaje claros, criterios de evaluación comprensibles y una carga ECTS ajustada a lo que realmente pedimos. Evaluamos conocimiento, competencias y autoría con una combinación de pruebas variadas; las tutorías orientan y la tecnología —también la IA— está ahí para reforzar la integridad y la retroalimentación, no para sustituir el esfuerzo.

Después, la gobernanza. La calidad no certifica: hace. Planificamos, hacemos, verificamos y actuamos con una Comisión de Calidad activa que mira el conjunto y un servicio que asegura trazabilidad y publicidad de los procesos. Los indicadores no son decoración de informe: son el motor de decisiones y de mejoras con responsable y plazo. Esta es nuestra apuesta: una calidad que se ve, que se comprueba y que mejora el valor del tiempo de estudio de cada persona.

Ahora bien, todo esto no tiene sentido si no se traduce en impacto para el país. ¿Qué gana Andorra? De entrada, reputación. Estar presentes —y visibles— en el EQAF con una delegación completa refuerza el relato de un sistema universitario que juega en liga europea. Esto facilita convenios, programas conjuntos y movilidad, y nos ayuda a retener y atraer talento. También hay un impacto económico: unos programas bien diseñados y evaluados con criterios claros generan titulados mejor preparados y adaptables, clave para los sectores en los que el país quiere crecer —datos e IA, gestión, servicios avanzados. Y hay una derivada institucional: la internacionalización de la calidad reduce el aislamiento y eleva la autoexigencia, porque expone nuestros procesos a comparación y a revisión externa.

Por eso digo que el orden de los factores importa. Primero, poner en contexto qué es el EQAF y por qué ahí tiene lugar la conversación que marca la agenda de la calidad. Después, explicar cómo Andorra se alinea con hechos —una delegación numerosa, cohesionada y con mandato claro—, enviando el mensaje de que queremos reglas comunes y responsabilidades compartidas. Finalmente, asumir, como eUniv, el compromiso de hacer de la calidad una política que atraviese toda la organización: desde el aula hasta el gobierno, desde la definición de objetivos hasta la publicación de resultados y la mejora continua.

Termino donde empecé: en Budapest, en medio de un auditorio exigente, con más de cuatrocientos asistentes que comparten una misma convicción. En tiempos de incertidumbre, la calidad no es burocracia; es arquitectura institucional y contrato social. Andorra ha entendido el reto y ha decidido estar presente. Yo he ido para aprender, para contrastar y para comprometerme. Si lo hacemos bien, gana el estudiante, gana la universidad y gana el país. Y la imagen que hemos ofrecido en el EQAF 2025 es ya una evidencia de ello.

Aleu Miret
Prefecto del Servicio de Garantía de la Calidad de la eUniv